Tesoros de Gratitud en el Bosque de las Maravillas
- Beatriz Arenas
- 14 oct 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 may 2024

Había una vez un pequeño bosque encantado en el que vivían criaturas mágicas de todas las formas y tamaños. En medio de este bosque, en lo más profundo, se encontraba un árbol muy especial, el Árbol de las Maravillas. Este árbol, con hojas doradas y raíces plateadas, era el guardián de un secreto mágico: la fuente del agradecimiento.
Las criaturas del bosque eran curiosas y amigables, pero a veces se olvidaban de ser agradecidas por las cosas que tenían. El Árbol de las Maravillas les recordaba constantemente la importancia de la gratitud.
Había un hada llamada Luna que vivía cerca del árbol y era conocida por su espíritu generoso. Luna ayudaba a todas las criaturas del bosque, sin esperar nada a cambio. Un día, mientras cuidaba de las flores del bosque, Luna encontró una linda mariposa atrapada en una telaraña.
Luna, con cuidado y paciencia, liberó a la mariposa. La pequeña mariposa se posó en su hombro y le dijo: "Gracias por salvarme, querida hada Luna. Tengo algo especial para ti." La mariposa desplegó sus alas, y en un destello mágico, le regaló una brillante gema en forma de corazón, una gema del agradecimiento.
Luna, con los ojos llenos de asombro, tomó la gema y la colocó en el Árbol de las Maravillas. En ese momento, una luz cálida y dorada comenzó a brillar alrededor del árbol. Luna se dio cuenta de que la gema representaba su bondadoso acto y la gratitud de la mariposa.
A medida que pasaba el tiempo, más criaturas del bosque venían al Árbol de las Maravillas para expresar su gratitud. Cada acto de bondad y agradecimiento dejaba una gema en el árbol, y este crecía más grande y luminoso cada día.
Un día, un pequeño duende llamado Leo llegó al bosque. Leo era nuevo en el lugar y no conocía a nadie. Pero el Árbol de las Maravillas le llamó la atención, y se acercó para admirarlo. Al observar las hermosas gemas brillantes en el árbol, Leo se sintió inspirado.
Decidió ayudar a las criaturas del bosque de todas las formas posibles, sin esperar nada a cambio. Ayudó a construir nidos para los pájaros, plantó flores para las abejas, y compartió su comida con los animales. Cada acto generoso dejaba una gema en el árbol.
A medida que Leo ayudaba a los demás, también se dio cuenta de cuánto le alegraba el corazón. No necesitaba recompensas materiales, porque la alegría que sentía al ayudar a otros era más valiosa que cualquier tesoro.
Finalmente, Leo llegó al Árbol de las Maravillas y colocó su gema en el árbol, lleno de gratitud. El árbol brilló más intensamente que nunca, y el bosque entero se llenó de una sensación de alegría y amor.
El Árbol de las Maravillas le susurró a Leo: "Tu generosidad y gratitud han hecho que este bosque sea aún más especial. El agradecimiento es un regalo que nunca se agota, y a medida que lo compartes, crece y brilla más fuerte".
Desde ese día, el bosque encantado vivió en armonía, con criaturas que se ayudaban mutuamente y agradecían por las bendiciones que tenían. El Árbol de las Maravillas seguía brillando, recordándoles a todos la importancia de la gratitud y la alegría que traía consigo.
Y así, el bosque encantado prosperó con amor y gratitud, recordándonos a todos que, al ser agradecidos y generosos, podemos hacer que el mundo sea un lugar más mágico y hermoso para todos.

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